mi despedida al abuelo

El lunes 16 de noviembre murió mi abuelo con 94 años cumplidos, en su casa de Chascomús que está enfrente a la plaza más linda del pueblo.
Escuché en su velorio que murió tranquilo durmiendo y que lo último que pidió es algo relacionado con los gatos, que había tres en su casa. Mi tía Masita se los llevaba y él puteaba al principio pero después, terminaba encariñándose con todos y entonces les cocinada carne y los acariciaba y ellos se pasaban todas las tardes con él, en la sastrería, buscando sus manos y sus mimos.
Mi abuelo nació el 4 de mayo de 1915 y ellos eran once hermanos, todos hijos de inmigrantes y de los mismos padres.
Pude despedirlo en varias oportunidades y esta vez, viaje con mi hermano, su novia Pipi y mi viejo. Fuimos charlando en la ruta y recordándolo. Cada uno se acordaba de algo gracioso y al mismo tiempo, algo doloroso de sus últimos años.
Tengo guardados dos diarios del pueblo y en donde mi abuelo salió homenajeado en sus respectivas tapas: Uno es el CRONISTA de allá, de febrero de dos mil uno, y dice en negritas y con mayúsculas DON PEDRO CANGGIANELLI, 85 AÑOS, de profesión sastre y la otra, del IMPARCIAL del nueve de abril del dos mil tres que dice, sólo en negritas Don Pedro Canggianelli: Integridad de “buena hechura” (las comillas no son mías) y felicidad a medida.
En la última, citan a mi abuelo contando sobre su vida, sus tres hijos, sus nietos y sus comienzos en el oficio y, con recuerdos de 70 años atrás como el de, los 17 sastres que habían en el año 1955 y que ya no están físicamente salvo él, que aclaraba, que su especialidad eran los trajes, sobretodos y pantalones todos hechos a medida y que, el factor fundamental que consideraba para ser buenos en eso era, el corte.
El asunto pasa por cortar bien la prenda. No se puede cortar mal, se arruinaría la prenda, y sería lamentable eso, porque significaría la pérdida de la prenda.
En una parte de la nota, le preguntan por su mejor traje y responde que obviamente es el traje de casamiento de su hijo, mi viejo, que sólo se casó por civil y se recibió de ingeniero y casi no guarda ni una foto de esos eventos de traje. Charlando ayer con mi viejo también me contó de un traje hecho por el abuelo, de tela de abrigo y cruzado, para que sea más abrigado, que le llevó de sorpresa cuando vino a buenos aires a despedirlo antes de irse Paris a estudiar y vivir unos meses con nosotras a Francia.
En otra, le piden una reflexión final en la nota y dice muy convencido: “en la vida tenemos que ser solidarios. Lo importante no es amasar fortuna. En mi caso viví para la familia. Tuve la suerte que con mi trabajo, le di estudios a mis hijos”(...)
Me deja eso y también la forma en que cuidaba a mi abuela Juana y nos miraba a nosotros y a todos los niños en general. Disfrutó bastante de sus seis bisnietas mujeres pero se quedó con ganas de ver un varoncito bisnieto con su apellido y de la proyección que él veía en eso.
Fue uno de los tres fundadores de los Bomberos Voluntarios del pueblo y un abuelo cariñoso y genial. Una vez en la Laguna, me pidió que me corriera para un costado (que le despeje la vista) así podía ver caminar de espaldas a mi hermano, que se iba a comprar mediaslunas para merendar en el parque.
Puteaba en forma increíble y tenía siempre algo irónico para responderme de las boludeces que yo le preguntaba cuando empezábamos a charlar.
Su cuarto quedó rodeado de fotos enmarcadas, de su casamiento, de sus hijos y de sus nietos. La mía de niña no estaba. Alguien la había quitado y también en su lugar alguien había puesto un cuadro bastante alegre y pintado justo por mi vieja, muy decorativo y de los primeros de ella, pero no estaba la foto mía por ningún lado.
Quería llevármela, pero no pude.
Me quedó con otra cosa, muy secreta pero de lo más especial y recordable.
Violeta Canggianelli
La foto es del año 1981 o comienzos del 82, en el cumple de quince de mi prima Laura y mi abuelo está sentado conmigo comiendo.
Escuché en su velorio que murió tranquilo durmiendo y que lo último que pidió es algo relacionado con los gatos, que había tres en su casa. Mi tía Masita se los llevaba y él puteaba al principio pero después, terminaba encariñándose con todos y entonces les cocinada carne y los acariciaba y ellos se pasaban todas las tardes con él, en la sastrería, buscando sus manos y sus mimos.
Mi abuelo nació el 4 de mayo de 1915 y ellos eran once hermanos, todos hijos de inmigrantes y de los mismos padres.
Pude despedirlo en varias oportunidades y esta vez, viaje con mi hermano, su novia Pipi y mi viejo. Fuimos charlando en la ruta y recordándolo. Cada uno se acordaba de algo gracioso y al mismo tiempo, algo doloroso de sus últimos años.
Tengo guardados dos diarios del pueblo y en donde mi abuelo salió homenajeado en sus respectivas tapas: Uno es el CRONISTA de allá, de febrero de dos mil uno, y dice en negritas y con mayúsculas DON PEDRO CANGGIANELLI, 85 AÑOS, de profesión sastre y la otra, del IMPARCIAL del nueve de abril del dos mil tres que dice, sólo en negritas Don Pedro Canggianelli: Integridad de “buena hechura” (las comillas no son mías) y felicidad a medida.
En la última, citan a mi abuelo contando sobre su vida, sus tres hijos, sus nietos y sus comienzos en el oficio y, con recuerdos de 70 años atrás como el de, los 17 sastres que habían en el año 1955 y que ya no están físicamente salvo él, que aclaraba, que su especialidad eran los trajes, sobretodos y pantalones todos hechos a medida y que, el factor fundamental que consideraba para ser buenos en eso era, el corte.
El asunto pasa por cortar bien la prenda. No se puede cortar mal, se arruinaría la prenda, y sería lamentable eso, porque significaría la pérdida de la prenda.
En una parte de la nota, le preguntan por su mejor traje y responde que obviamente es el traje de casamiento de su hijo, mi viejo, que sólo se casó por civil y se recibió de ingeniero y casi no guarda ni una foto de esos eventos de traje. Charlando ayer con mi viejo también me contó de un traje hecho por el abuelo, de tela de abrigo y cruzado, para que sea más abrigado, que le llevó de sorpresa cuando vino a buenos aires a despedirlo antes de irse Paris a estudiar y vivir unos meses con nosotras a Francia.
En otra, le piden una reflexión final en la nota y dice muy convencido: “en la vida tenemos que ser solidarios. Lo importante no es amasar fortuna. En mi caso viví para la familia. Tuve la suerte que con mi trabajo, le di estudios a mis hijos”(...)
Me deja eso y también la forma en que cuidaba a mi abuela Juana y nos miraba a nosotros y a todos los niños en general. Disfrutó bastante de sus seis bisnietas mujeres pero se quedó con ganas de ver un varoncito bisnieto con su apellido y de la proyección que él veía en eso.
Fue uno de los tres fundadores de los Bomberos Voluntarios del pueblo y un abuelo cariñoso y genial. Una vez en la Laguna, me pidió que me corriera para un costado (que le despeje la vista) así podía ver caminar de espaldas a mi hermano, que se iba a comprar mediaslunas para merendar en el parque.
Puteaba en forma increíble y tenía siempre algo irónico para responderme de las boludeces que yo le preguntaba cuando empezábamos a charlar.
Su cuarto quedó rodeado de fotos enmarcadas, de su casamiento, de sus hijos y de sus nietos. La mía de niña no estaba. Alguien la había quitado y también en su lugar alguien había puesto un cuadro bastante alegre y pintado justo por mi vieja, muy decorativo y de los primeros de ella, pero no estaba la foto mía por ningún lado.
Quería llevármela, pero no pude.
Me quedó con otra cosa, muy secreta pero de lo más especial y recordable.
Violeta Canggianelli
La foto es del año 1981 o comienzos del 82, en el cumple de quince de mi prima Laura y mi abuelo está sentado conmigo comiendo.
http://youtu.be/j4tmVYhXmWc
1 Comentarios:
Tengo a mi abuelo de 93 y al leerte me di cuenta de lo mucho que me hizo falta, hasta ahora; tengo muchas ganas de volverlo a ver. Gracias de corazon por dejarnos entrar en el tuyo, una abrazo fraternal, cuidate mucho.
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